En química, hablamos de valencia para referirnos al número de electrones que un
átomo de un elemento químico determinado posee en su último nivel de energía.
Otra forma de interpretar la valencia es como el número de electrones que un
átomo de un determinado elemento químico debe ceder o aceptar para completar su
último nivel de energía. Estos electrones son de especial relevancia, pues son
los responsables de la formación de los enlaces químicos, por ejemplo, los
enlaces covalentes (co-valente: comparten valencia). Son estos electrones los
que intervienen en las reacciones químicas. Un átomo puede tener una o más
valencias. Por ese motivo este concepto (creado en el siglo XIX para explicar
las “afinidades” entre los distintos átomos que se conocían) ha sido sustituido
con el de “número de oxidación”, que finalmente representa prácticamente lo
mismo. Por ejemplo, el átomo de hidrógeno tiene valencia 1, lo que significa que
puede compartir un electrón en su última capa; el de carbono, en cambio, tiene
valencia 2 o 4, es decir, puede ceder dos o cuatro electrones. De allí que el
número de valencia representa la capacidad del elemento de ganar o ceder
electrones durante una reacción o enlace químico. A lo largo de la historia, el
concepto de valencia permitió el desarrollo de teorías respecto a los enlaces
químicos, como son: Estructura de Lewis (1916). Es una representación
bidimensional de las moléculas o los iones, donde los enlaces covalentes son
representados por guiones y los electrones no compartidos por puntos. En caso de
que existan en las estructuras pares de electrones solitarios, son representados
por dos puntos. La teoría del enlace de valencia (1927). Esta teoría plantea que
el átomo central en una molécula tiende a formar pares de electrones, lo cual
depende de limitaciones geométricas de la molécula y del cumplimiento de la
regla del octeto (los iones de los elementos químicos tienen a completar su
último nivel de energía con 8 electrones para alcanzar una configuración más
estable). La teoría de los orbitales moleculares (1928). Según esta teoría, los
electrones no están asignados a enlaces individuales entre átomos (como se
plantea en la estructura de Lewis), sino que dichos electrones se mueven por
toda la molécula bajo la influencia de los núcleos atómicos. La teoría de
repulsión de pares electrónicos de la capa de valencia (1958). Esta teoría se
basa en la repulsión electrostática de los electrones de valencia de un átomo,
que se repelen mutuamente hasta alcanzar una disposición en el espacio, donde
finalmente no se repelen más y se define en esta configuración la geometría de
la molécula.
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